Gestalt, creatividad, ajuste creativo y éxito

enero 15, 2007

Que tú dialogues con tus hijos es tu actuación estelar

Es lo primero en que hay que pensar. Ya después ocúpate de que si los quieres disciplinar o cómo los piensas educar.

Que tengas ratos de desconcierto o de disgusto me parece comprensible. Tú y yo sabemos que ser papá o mamá, no suele ser una tarea tranquila precisamente.
Me parece no obstante, que la mejor alternativa ante los problemitas que tengas con tus hijos, consiste en agotar hasta la última posibilidad de diálogo.
Eso de dialogar, no te creas que es echar sermones. ¡Por favor! Recuérdate a ti mismo, cuando alguien ha tratado de que a fuerzas te comportes como a él le parece.
Recuérdate a ti mismo o a ti misma cuando adolescente. No conozco a un adolescente que le encanten los sermones.

El diálogo consiste más bien en que comiences por abrir todos tus sentidos.
Espero que sepas que no sólo en las palabras está la comunicación. Ahí tienes las expresiones en la cara, los movimientos de brazos, el volumen de voz
Sé que muchos de mis colegas y amigos en el negocio de la psicología dicen que actualmente, los hijos se aprovechan, amenazan y se la arman de tos a los papás.
Te pido que pienses en esto: dialogar quiere decir saber escucharse unos a otros en un mismo nivel, que todos tengan una voz que merece atención y respeto.
Que evitemos las distracciones como aquellas tan típicas de la televisión, el periódico o las revistas.

Con ellas, te aseguro que ni ves ni oyes, ni entiendes nada. Como te digo, se trata de abrir tus sentidos. Tú sabes: de que observes, que oigas, incluso que sientes a la persona que te está hablando.

Dialogar es escuchar y ver sin que te pongas a juzgar o a criticar. Quiero que entendamos, muy pero muy bien, que para tus hijos, la importancia que tú le des a lo que ellos te dicen, es idéntica a la importancia que ellos tienen como persona.
O sea, que si un niño siente que rechazas lo que te quiere decir, es muy probable que sienta que lo rechazas también a él.

Dialogar también significa responsabilidad. Así que quiero decirte que tú eres el padre o la madre de familia. A ti te corresponde ejercer la autoridad. Tampoco creas que se trata de que tus hijos se enfrenten solitos a decisiones que no les corresponden pero sus palabras pueden ser guías para que tú los conduzcas por donde habrán de crecer.

En un libro leí hace poco que las familias no son para desarrollar hijos felices, sino adultos maduros y responsables. Yo creo que se equivoca quien lo haya escrito... bueno, se equivoca a la mitad para decírtelo de algún modo.

Yo estoy seguro de que las familias están lo mismo para que tú como padre o madre de familia promuevas hijos felices como adultos que en un futuro, sean maduros, responsables y yo te agrego algo más: triunfadores.

En otro libro, preocupado por las opiniones del mundo, se trata de explicar cosas como que tu hijo tiene un síndrome (hazme el favor: con todo libertinaje, echando mano de términos médicos) del “niño consentido” si los amigos y familiares lo evitan o te dicen a ti que no está invitado a sus fiestas. En otros textos se habla de los niños incapaces de esperar su turno en los juegos para otorgarle alguna categoría de “híper” alguna cosa, hiperactivo, hiperquinético o lo que se les ocurra. ¿Sabes qué pienso? Que en todos esos libros hace falta un pequeño detalle; algo tan elemental que casi todas las mamitas están habilitadas para descubrirlo al acercarse a su bebé recién nacido: el cómo se sienten los niños.

En un librito antipático se dice que la relación entre padres e hijos no es una democracia, que porque nadie elige a nadie. ¡Qué ligerezas para hablar tanto de la relación familiar como la de los sistemas sociales! Pienso que habría que aproximar el trato que mantienes con tus hijos a una democracia. De eso se trata la paternidad.

La situación es ésta: tú tienes a tus hijos con quienes te corresponde ser justo, darles lo que requieren para salir adelante por sus propios recursos. El ingrediente principal es nada menos que la autoconfianza y un nivel óptimo de autoestima. Esto no quiere decir que ganen los caprichos, las manipulaciones y todo lo que se te ocurra bajo el rótulo de chantaje emocional. Más bien, léeme bien: Se trata de que todo miembro de la familia sea aceptado y comprendido en sus emociones. Se trata de que exista tolerancia ante las equivocaciones, los desacuerdos y las habilidades por desarrollar, de tal manera que tú y los demás en tu familia entiendan que el error es el maestro, mientras el triunfo es una certeza en que toda clase de fortuna está llegando y quien lo goce es porque lo está mereciendo.