Gestalt, creatividad, ajuste creativo y éxito

diciembre 02, 2006

EDUCACIÓN Y GESTALT

Es 1 de diciembre del año 2006. Los diputados federales en México se han reunido para ofrecernos un espectáculo en verdad lamentable. A través de la televisión se han exhibido como golpeadores; han optado por la violencia para defender sus posiciones y ya llevan horas en la intransigencia. El lugar en el que dicen dirimir sus diferencias no es morada del diálogo. Hay relaciones políticas del sexenio anterior que ya han abandonado el escenario público, pero queda el odio que prevaleció en ellas.

No es de ninguna manera éste un trabajo periodístico. Más bien aspira a ser un ensayo filosófico. Sin embargo, el que escribe se ha tomado la licencia de acudir a un fenómeno de la sociedad mexicana para destacar la relevancia de entender la educación como una transmisión de valores éticos, donde una discusión axiológica ni siquiera necesite ser nombrada y dejar en la historia de la ignominia las distintas prácticas de crianza de suyo violentas y generadoras de culpa y vergüenza, que convergen en lo que Reutsch (citada por Miller, 1984) ha denominado “pedagogía negra”, cuyo único móvil es precisamente el odio.

Ya se hablaba líneas atrás de dialogar. Los malogrados diputados sobre los que se hacía referencia se suponen parlamentarios, es decir que cuentan con los recursos para conciliar puntos de vista diversos y defender lo que colocan bajo el rótulo de justicia. Desde un punto de vista político se podría aludir y con razón, que a fin de cuentas esos “servidores públicos” pertenecen a un sistema de poder que en poco consideran a sus gobernados. Asimismo se podría argüir que hay aspectos económicos, sociales, históricos y de otra índole que son relevantes para explicar el fenómeno referido. No obstante, aquellos que han crecido en un entorno de aceptación, tolerancia, honestidad, responsabilidad, respeto y para decirlo pronto, de amor donde la justicia comience por la satisfacción de la primordiales necesidades de apego, difícilmente se sumarían a la opresión, a los chantajes y al uso de la violencia para mantenerse en complicidad con tiranos, fanáticos, asesinos, intoxicadores, bandidos y pederastas como puede leerse en textos como el de Cacho (2005) y Wornat (2006).

Perls (1968) descubrió que en las personas llamadas por él neuróticas, había una polaridad entre sumiso y dominante no integrada a esa parte del ajuste creativo de la personalidad, que sus seguidores denominaron self y que en especial Salama (2002) distingue como representación del yo. Las carencias de amor que se quieren destacar aquí, se inscriben en el cuerpo de cada una de esas “neuróticas” (o como quieran llamarles el especialista de la mente conforme al manual de psicopatología que lleve bajo el brazo) como una escisión donde sólo cabe una relación de sujeción –obediencia, donde hay por una parte perdedores, desheredados y víctimas y por otra, los dueños de la autoridad que esgrimen lugares comunes y mandamientos como “lo hice por tu propio bien” o todos aquellos que se engloben bajo la lógica de hacer de la honra a los superiores un dogma, no obstante sus abusos. El pensamiento en efecto toma el lugar de “prostituta de la mente” como el ingenio de Perls (1969) denominó cuando tenemos dicha escisión. Entonces ocurre que tenemos a un dominante o “top dog” y un sumiso u “under dog”. En la Gestalt de nada vale un fenómeno si no es posible advertirlo en una conducta observable. Quien fuera un niño golpeado golpeará para luego ser víctima una y otra vez. Esto tenderá a repetirse, ya que la persona tendrá un aprendizaje único sobre las relaciones humanas, empobrecedor y desde luego compulsivo. Así, el aula puede ver a un profesor que es estricto y cruel con sus alumnos, que desempeña por esto el papel de “top dog”; en la intimidad de su hogar se enfrenta sin embargo y sin defensa a un “perro más arriba”: su mujer o algún hijo. El niño que recibe “enseñanzas” de dicho maestro por su parte, encontrará en casa un “perro más abajo” en un hermano menor o en una mascota.

El self está para vivir en valores, está para recuperar lo que el cuerpo, como ese gran almacén de emociones y recuerdos al servicio del yo, sabe y se ve obligado a marginar mediante el mecanismo de la desensibilización, al no encontrar un “testigo conocedor” (Miller, 2001) que le ofrezca una relación empática, responsable y donde la verdad no deba ocultarse. Se antoja paradójico que al evadirse de la verdad asociada a las sensaciones y sentimientos el cuerpo, o sea, rehuir a la realidad subjetiva en sí misma, la persona es menos objetiva. Los distintos modelos del ciclo de la experiencia así lo avalan (Zinker, 1976, Kepner, 1997, Salama 1994). Al tener noticia de lo que sucede en la zona interna (“de la piel hacia dentro”) según postulan los gestaltistas, el organismo estará en condiciones de determinar su necesidad apremiante y el medio para satisfacerla o lo que es lo mismo formar su figura.

No es solamente la imitación de un modelo pernicioso de criador la que lleva a una persona a cometer actos indignos con sus propios hijos y educandos. También existe la escisión sobre la que se ha versado aquí. La crueldad en cuanto la suma de conductas derivadas del odio, se repite una y otra vez, porque la persona sufre de un mandato sobre el cual no tiene autorizado tomar nota y que le obliga a honrar a priori a “sus mayores” frente a quienes en momentos cruciales desistieron de mostrar sus sentimientos legítimos a cambio de recibir algún tipo de atención, que de ninguna manera se trataba de amor y aceptación. Sin formar una figura, cabida no hay para la responsabilidad. Los mandatos se agrupan en el mecanismo de introyección que es la expresión misma de las conductas irrespetuosas.

Entonces sensibilizarse al mundo subjetivo de ese gran almacén llamado cuerpo, ha de estar en la base de la educación. Al pensamiento es posible engañarle, sin embargo, no lo es al cuerpo, que se manifiesta en síntomas y trastornos diversos en busca de ser tomado en cuenta, precisamente como lo está una pequeñita persona. Se puede decir que así como un adulto trata a su propio organismo y respeta la autorregulación de éste, así fue tratado él mismo cuando niño. Existen aberraciones entre los llamados expertos de la salud. Los ejemplos son incontables, mas podemos dar cabida a tres que son por demás elocuentes:

1. Existe un conferencista que le da la vuelta al mundo con sus consejos de “superación” que “cambiarán vidas” exigiendo a su público que no sólo perdone a quienes abusaron física y sexualmente de él, sino que incluso les agradezca por sus agresiones. Es apenas sorprendente que ese público pague para engañarse para faltarse al respeto y poner en entredicho su propia salud. El cuerpo de una víctima de abuso no necesita moralina. Requiere liberar sus emociones y liberarlas (Shapiro, 1999) so pena de atentar contra sí mismo, pues existe una energía resultado de emociones del talante del miedo, los resentimientos y la cólera, que si no son expresadas se retroflectarán (se volverán enemigas) en la forma de agresión contra el yo. Representa entonces una pesada carga el que los agresores sean justificados por sus pocos recursos o porque no sabían lo que hacían (Forward, 1989). Hay un daño, el cuerpo lo sabe y de nada sirve perpetuarse en la desensibilización. Las adicciones, los infartos, la anorexia y la depresión no caen del cielo.

2. Un libro que es ampliamente recomendado por psicólogos institucionales dicta en prejuicio de los derechos infantiles, que en una “paternidad eficiente” no hay “democracia” para luego aventurarse con la ignorante idea de que tal sistema es meramente una elección de gobernantes y gobernados. Es de esperarse que en este tenor se elimine no sólo la posibilidad de una relación dialogal, de persona a persona, donde se conceda lo que la naturaleza tiene clarísimo: que nadie sabe más de un individuo que el individuo mismo. También se enaltece desde el seno del hogar un sistema donde no hay más cabida sino para tiranías e intolerancias (¡qué caldo de cultivo para una sociedad con su sistema de poder!). En las democracias existen por sobre todas las cosas la verdad y la honestidad. Conviven lo mismo la justicia –dar a cada cuál lo que le corresponde- que una autoridad inteligente donde hay congruencia entre lo que se dice y se hace, una autoridad que evita decirle a cada quién lo que le conviene y que más bien facilita la autonomía, la iniciativa y la confianza básica para que cada individuo en lo particular se responsabilice como miembro del sistema y sea feliz en él.

3. Wilhelm Reich, el connotado psicoanalista que hizo grandes aportaciones a las terapias corporales, casualmente reveló haber sido violado cuando niño, tras lo cual dijo “hasta la psicosis” haberlo deseado, que todos los niños lo desean (Miller, 2001). En Gestalt se habla de confluencia cuando existe una alianza con el mal patente en identificarse con agresores. Como todo terapeuta grande buscó enaltecer la liberación emocional y la salud mental. Sin embargo, pareció haber sido incapaz de advertir el daño que sufrió a manos de aquellos que lo hirieron en la infancia. Tal vez por eso se mantuvo en la línea de las teorías psicodinámicas que en sus inicios explicaron los trastornos mentales como resultado de situaciones traumatizantes y después se atuvieron a complejos proceso “intrapsíquicos” sobre el manejo de fantasías generadoras de angustia al ser reprimidas por fuerzas represoras de la sexualidad. Es decir, los seguidores de esas teorías rechazaron las historias de maltrato, sin duda verídicas en muchos casos y confluyeron con los agresores al colaborar con un festín de supuestos.

La Gestalt privilegia el darse cuenta para distinguir entre el dolor que es sabiduría y el que es locura. Mientras el primero es un desafío al yo, esa parte saludable que impele al éxito y se congratula con las expresiones vitales, el segundo consiste en la renuncia a triunfar, a interpretar la vida para sufrirla (Salama, 2002). La educación es un aliento a conducir a otros. Está para generar las posturas hacia la sabiduría.

El fundamento está en crear una atmósfera de apego y de empatía para los niños pequeños, donde exista calidez, aceptación y entrega incondicional. Hunt (2005) establece en su portal www.naturalchild.com que no existen llantos gratuitos, que los mensajes de amor son comprendidos y encausados en forma de auto aceptación y amor a sí mismo y a la vida. Sin necesidad de mayores pretensiones, la autora dice que los niños se portan tan bien como son tratados. Si lo que se siente se sabe bueno, porque es parte de la persona, ésta se sabrá buena. Así habrá disposición para crear figuras nítidas. Cabe subrayar que un trato honesto y porqué no decirlo, democrático, mostrará a los guías de la vida tal y como son, lo mismo con virtudes y fortalezas que con defectos y temores. Como no hubo necesidad de enceguecerse ante las “partes negativas” de esos guías, la persona ha de crecer con los goces de sentirse libre de apreciar en su esplendor todo lo que se le ofrezca de la vida, a saber: el fondo de donde emergen sus figuras.

Es 1 de Diciembre de 2006. El tiempo para vivir la Gestalt ha llegado. Además de entrenarse para tomar conciencia, se trata de desarrollar una filosofía de vida, útil para formarse como guía, para incentivar al crecimiento y la individuación, para que dos personas que se encuentren vivan aquí y ahora un instante hermoso y para que al despedirse, nada les impida contactar después con otros.

Vivir la Gestalt es evitar aferrarse a relaciones pretéritas; es saber que cada quién es solo y que el contacto es nutrirse y nutrir. El amor que propugna esta Filosofía de vida trasciende al conocer a otro y al comprobar una parte significativa de la realidad a su lado, tanto debajo de nuestra propia piel, como fuera de nosotros y a favor de nuestra sabiduría.

Llévense estas palabras a todo ámbito destinado a la educación y luego adiéstrese a los que ahí buscan madurar. El éxito quedará garantizado al facilitar que el maestro sea superado por algunos de sus discípulos. Mientras más discípulos sean mejores que él en el arte o la ciencia que enseñe, mejor será como maestro en el arte de la vida.



BIBLIOGRAFÍA

Forward, S. (1989) Padres que odian. México: Grijalbo.
Hunt, J. (2005) Subjective vs. Objective labels. www.naturalchild.com
Kepner, J. (1997) Proceso corporal. México: Manual Moderno.
Miller, A. (1984) Por tu propio bien. Barcelona: Tusquets.
Miller, A. (2001) La madurez de Eva. México: Paidós.
Perls, F. (1968) El Enfoque Gestaltico y Testimonios de Terapia. Santiago: Cuatro Vientos.
Perls, F. (1969) Dentro y fuera del bote de basura. México: Cuatro vientos.
Salama, H. (1994) Gestalt de persona a persona. México: Centro Gestalt de México.
Salama, H. (2002) Psicoterapia Gestalt. México, Alfa omega.
Wornat, O. (2006) Crónicas malditas. México: Grijalbo.
Zinker, J. (1976) El proceso creativo en la psicoterapia Gestáltica. México, Paidós.